No puedo parar de compararme

Laura Parra

agosto 21, 2024
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No puedo parar de compararme

 

En numerosas conversaciones en consulta son muchas las pacientes que expresan el sufrimiento que les causa el hecho de estar comparándose todo el rato. Su atención va dando saltos entre las personas que las rodean: amigas, compañeros de trabajo, familiares, gente del vecindario… y les va mostrando una comparación sesgada entre esas personas y alguna parte o característica de su vida ya sea un comportamiento, un aspecto físico o cualidad personal. En la mayor parte de las ocasiones, ellas salen perdiendo en dichas comparaciones y acaban sintiéndose inferiores, poco válidas, tristes, frustradas… y hablo en femenino porque esto les pasa más a ellas. ¡Sorpresa!

El filósofo Kierkegaard, un señor del 1800 que dijo muchas cosas interesantes para ser de la época que era… ocupó algunas líneas de su obra en la comparación humana:

“La comparación nos oprime y nos hace profundamente infelices, es además una fuente de preocupaciones vanas y nos crea necesidades artificiales” 

Y es que este señor tan antiguo ya dio con la clave hace unos cuantos años, la comparación no nos permite disfrutar de nuestro presente, ni de quienes somos y a veces ni de quién nos rodea. 

Buscamos empujadas por la perfección que venden las redes sociales un aspecto y una vida sin tachones, sin arrugas, sin palabras malsonantes ni anécdotas de las que avergonzarnos. Una vida perfecta, pero que no sea aburrida, pero tampoco destaque por lo raro, con suficiente tiempo libre para hacer y tener millones de cosas que por otro lado suelen ser caras y requieren largas jornadas de trabajo, un sin sentido en toda regla. Y es que así, no se puede vivir…no queda espacio para ser persona.

 

  1. Los peligros que corremos al comprarnos
  2. Diez motivos para dejar de compararnos
  3. Alguna ayudita básica

    

1. Los peligros que corremos al compararnos

La comparación continua con los demás suele ser un indicador de presentar baja autoestima. Esta conducta se mantiene por refuerzo intermitente, ya que en ocasiones nos compararemos con personas que en algún aspecto concreto destaquen menos que nosotros. Es como jugar a las “tragaperras” generalmente pierdo, pero cuando gano… ¡Qué bien sienta!

Esta conducta puede ser “letal” para nuestra autoestima y bastante tramposa, pensemos un momento: al establecer las comparaciones solemos hacerlas respecto a los rasgos o aspectos que menos nos gustan de nuestra persona, obviando en muchas ocasiones nuestras virtudes y fortalezas. Es como si nos descomponemos en piezas y sólo comparamos aquellas que no nos gustan del todo. Que actitud más tramposa es esa, el ser humano es un todo y andar comparando pequeñas partes no va a ningún lado, la mayoría de nuestra piezas están relacionadas y condicionadas a otras partes de nuestra vida o cuerpos, por lo que con mucha probabilidad las piezas relucientes y perfectas (ya será para menos) que vemos en otras personas con mucha probabilidad no encajarían en nuestro puzzle. Esto se entiende, ¿no? 

Otro de los peligros de esta conducta es que buscamos nuestra valía en el exterior. Y eso es como darle la llave de nuestro diario a un completo desconocido, demasiado poder en personas que no podemos controlar, que a veces ni conocemos y con una información bastante sesgada. Vamos, cómo hacer trampas al solitario. Por contra, puede resultar liberador aceptarnos tal y como somos: personas con nuestras virtudes y defectos (como todo el mundo).

    2. Diez motivos para dejar de compararnos

     

    1. Las comparaciones son siempre injustas. Como hemos explicado comparamos lo peor de nosotros mismos con lo mejor que presumimos de los otros.

    2. Solemos ser subjetivos y llegar a conclusiones inciertas. Ten en cuenta que no existe una manera de medir los aspectos internos y que los aspectos externos de los demás pueden ser fingidos. ¿Cuál es la vara de medir?

    3. Cada persona es única y singular como para poder comparte. No podemos comparar un huevo y una castaña y que salga algo con sentido, ¿cierto? Pues contigo pasa un poco igual. 

    4. No tienes nada qué ganar, pero sí mucho qué perder. Al compararte descuidas tus propias capacidades y a la larga terminas perdiendo tu seguridad, tu dignidad y tu pasión, ¡ahí es poco!..

    5. Las comparaciones te roban tu tiempo. Generalmente nos centramos en nuestras partes “defectuosas” y ahí nos quedamos, no nos ocupamos en buscar herramientas para ser una versión un poquito mejorada de nosotras mismas. Además, las comparaciones no tienen fin, aunque consigas “mejorar” ese aspecto concreto, luego habrá más y más… ¡Qué cansancio!

    6. La comparación coloca el foco en la persona equivocada. Ten presente que sólo puedes cambiar una vida, la tuya. Mirar solamente lo que anhelamos nos aleja de quién somos. 

    7. Las comparaciones pueden alejarte de tus amistades. Al compararte con ellas puedes reaccionar mal o sentir incomodidad e inseguridad en su presencia… y finalmente alejarte. 

    8. Las comparaciones te quitan alegría.

    9. Las comparaciones te roban energía.

    10. Simplemente tienes cosas mejores que hacer.

    3. Alguna ayudita básica para dejar de compararte

     

    He decidido llamarlo así: “ayudita básica” porque si la conducta de compararte es intensa y frecuente hasta el punto de afectar en tu día a día es muy probable que vaya asociada a otras circunstancias que requieran un trabajo más profundo.  

    Partiendo de esta base a nadie le vienen mal algunos consejos básicos como punto de partida :

    • Usa menos redes sociales: el gran foco de comparaciones, vidas perfectas mentirosas, generadoras de carencias y necesidad de mostrar al mundo no sabemos qué (si, también tiene cosas buenas pero el post no va de eso).
    • Intenta cambiar el sentimiento de envidia al compararte con alguien por el sentimiento de admiración. En el segundo caso es más probable que observes con una curiosidad más sana y descubras pequeñas cosas que puedas instaurar para mejorar mientras sigues siendo tú. 
    • Acepta que TODAS LAS PERSONAS tenemos un puntito cutre, mundano, costumbrista o llámalo como quieras, pero todos somos un poco o muy mediocres a ratos, y está bien. Relájate, así somos todas las personas. Acepta que somos una especie tremendamente imperfecta, quizá eso es lo que hace la vida más interesante, no lo sé. 
    • Vive en la realidad, evita los filtros, el exceso de postureo y “maqueo” así en general. Está bien cuidarnos y sentirnos personas bellas o intelectuales, pero todas las personas sabemos que en el fondo eso no es 100×100 real y tú también lo sabes.  Si te acostumbras a verte y sentirte siempre de esa forma tan cuidada, puede ser duro descubrirte a ti mismo/a aunque seas una persona maravillosa. Acepta que no sabes algo y pregunta por ello, comparte una tarde sin estar excesivamente elegante y mira a ver qué pasa, cómo te sientes. 
    • Conócete. Ponle nombre a tus puntos fuertes y débiles. Observa tu cuerpo desnudo, sin vergüenza. 
    • Recuerda las cosas en las que destacas, o haces especialmente bien. Y si no hay nada especial, puede que entonces hagas más o menos bien todo, un todoterreno en toda regla. No olvides lo que vales, lo que nos falta nos lo recuerda el entorno todo el rato, para que compres, hagas, pidas, generes… vamos cualquier cosa que dé pasta. 
    • Párate y simplemente permanece ahí con conciencia. En una tarde al sol, en una charla con alguien, leyendo, viendo una peli, en una piscina fresquita… ¿Está todo bien? Pues ya lo tienes hecho.